miércoles, 29 de febrero de 2012

28F, EL DÍA DE LA DEPENDENCIA ANDALUZA


Un año más, este 28 de febrero los/as apologetas del Sistema, los/as que mantienen a nuestro pueblo en la ignorancia y la alienación colectivas proclamando la existencia de democracia y autonomía, así como sus colaboradores/as necesarios/as, aquellos/as que afirman negarlo pero actúan como si las hubiese, volverán recitarnos esa manida leyenda ideada y propagada por el Régimen acerca de la gesta colectiva del 28-F y los cambios y avances que esta democracia y autonomía han supuesto para nuestro país.

Pero la realidad es “subversiva”, y se empeña en negar esa propaganda al servicio de España y el Capital. Por ello tienen que ocultarla y manipularla. Lo que podemos ver en las poblaciones y barrios de Andalucía es que no sólo estamos donde estábamos, sino que incluso en más de un parámetro estamos aún en peores circunstancias que entonces. Esto lo encubre el Régimen y sus voceros mediante la comparación de esta Andalucía con la de aquella época. Nos dirán que en la actualidad hay más carreteras, colegios, centros sanitarios, de esparcimiento, etc. Pero es en ese mismo hecho de comparar el pasado con el presente donde está la trampa. En la comparación de lo incomparable. Entre unas realidades diferentes, en lugar de entre las semejantes.

Si en lugar de comparar la Andalucía de hace décadas con la actual, se hace entre aquella Andalucía con respecto al resto del Estado de entonces, y la Andalucía de hoy con respecto al resto del Estado ahora, quedará la mentira al descubierto. En cualquier índice de progreso y bienestar que se escoja, estábamos entonces muy por debajo de la media y lo seguimos estando en la actualidad. La verdad que se nos desvelaría en ese caso sería la de que nada ha cambiado en lo fundamental. Y no podría ser de otra manera dado que nada se ha transformado en lo esencial. Seguimos desempeñando el mismo papel estructural colonial interior al que nos condenó la invención burguesa de España en el XIX y la imposición de nuestra pertenencia a los estados españoles.

El 4 de diciembre de 1977, unas manifestaciones convocadas por la llamada asamblea de parlamentarios andaluces, calificativo que a pesar de su denominación designaba en exclusividad al conjunto de electos al Parlamento Español en nuestra tierra, fueron trasformadas por el Pueblo Trabajador Andaluz en una muestra de identidad y en una reivindicación unánime de derechos. Dos millones de andaluces inundaron las calles de nuestra nación, y de aquellas otras en las que fueron obligados al exilio económico, proclamando su orgullo de ser andaluces y reclamando autogobierno. Volver a ser los dueños de sí y lo suyo. Fue tal el impacto que produjo ver a nuestro pueblo en pie, y tal el riesgo que suponía para el proyecto continuista post-franquista de la “transición”, que el españolismo se puso a trabajar para lograr que volviésemos al adormecimiento y la subordinación. La fórmula fue hacernos creer que sólo prometiéndonoslo todo se nos entregaba de manera efectiva lo reclamado. Las promesas tan solo sirvieron para postergar hasta el infinito la ejecución real de lo que se nos prometía. Un año después, reunidos en Antequera los que decían representarnos, firmaron un “pacto autonómico” que aparentando luchar por nuestro derecho al autogobierno, en realidad suponía la sumisión a España y el Capital, representados por la Constitución de 1978. Después, “izquierdas” y derechas del Régimen se repartieron los papeles de buenos y malos, los unos defendiendo la vía del artículo 151 y los otros la del 143, para acceder a esa descentralización de funciones estatales, esa “autonomía plena” que nos fue vendida como sucedáneo del autogobierno. En realidad, la diferencia entre uno u otro era sólo de plazos y grados de gestión administrativa. Ninguno conllevaba autogobierno real.

Aquel 28 de febrero de 1980, los andaluces y andaluzas respondieron masivamente, acudiendo a las urnas y votando sí a esa “autonomía de primera”, dando por buena la farsa del Sistema. Aquel referéndum no fue la consecuencia del ejercicio de su libre voluntad, sino la de una respuesta condicionada por el embaucamiento al que se le condujo. De ahí el que fuese tan rápidamente mitificado por el Régimen, convirtiendo aquel 28 de febrero, a partir del año siguiente, en el Día de Andalucía, en sustitución del 4 de diciembre, que lo había sido hasta entonces. A partir de aquel año, el Sistema se apresuró a aportar los fondos presupuestarios para potenciar las celebraciones del 28 de febrero y acabar por inanición con el 4 de diciembre. El régimen tenía claro que las dos fechas respondían a simbologías contrapuestas. El 4-D el de la Andalucía que se rebela. Un pueblo en pie, que sale a la calle y lucha, asumiendo su protagonismo y actuando espontánea y directamente. El 28-F una Andalucía “reconducida”. Un pueblo pasivo y conformista que asume con “madurez” que otros actúen y decidan por él.

Hoy como entonces, el ensueño acerca de la existencia de democracia y autonomía no sólo lo mantiene el Régimen, también el colaboracionismo de quienes participan del discurso oficial. Ha llegado la hora de plantar cara al Sistema. El Pueblo Trabajador Andaluz no se puede permitir ni un día más de parcheos reformistas y regionalistas. Treinta años son más que suficientes. Es el momento de iniciar un nuevo camino, que se oponga frontalmente al continuismo neo-franquista, a su pseudo-democracia, a su autonomismo de atrezo y su capitalismo salvaje. Ningún nacionalista coherente puede aceptar o defender un “marco constitucional” que ni reconoce ni permite reconocer a Andalucía como nación. Que ni devuelve ni permite la devolución de su soberanía a nuestro pueblo. Ningún revolucionario coherente puede aceptar o defender un “marco constitucional” que pone el Estado al servicio del Capital. Que consagra su dominio.

Ningún andaluz o ninguna andaluza con conciencia nacional y de clase, puede actuar normalmente en estas circunstancias, mediante una acción política institucionalizada. El Pueblo Trabajador Andaluz no tiene el problema de quienes le gobiernan o bajo que leyes, su problema es de falta de libertad, de carencia de control sobre sí, su trabajo y su tierra. Y nunca podrá producirse una transformación de esta realidad sin invertir la situación. Sin recuperar su soberanía nunca tendrá verdadera democracia, auténtica autonomía o economía social al servicio del pueblo. No habrá revolución democrática, ética, social, económica, agraria, ecológica, etc., sin revolución soberanista. Sin la soberanía careceremos del poder para ser nuestros dueños y determinar el futuro.

El 28-F sintetiza esta Andalucía, la maniatada por España y el Capital, mientras que el 4-D sintetiza esa Andalucía libre, en pie por su tierra y su libertad. Aquella por la que vivió y murió Blas Infante. Andalucía sólo tiene un día, el 4-D. En cambio el 28-F es el día del españolismo declarado o embozado, el día de la dependencia andaluza. Este 28-F no tenemos nada que celebrar y si todo por lo que levantarnos y seguir luchando.

¡Viva Andalucía libre y socialista!
Nación Andaluza – Comisión Permanente

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