Hace
142 años, un 21 de julio de 1873, representantes de los diversos
cantones andaluces, levantados en armas contra la reacción y por la
libertad enarbolando la bandera roja de la revolución social, se
trasladaron hasta un lugar tan simbólico como la frontera natural
entre Andalucía y Castilla para proclamar solemnemente la
Independencia: “En Despeñaperros, histórico e inexpugnable
baluarte de la libertad, se enarboló ayer, por las fuerzas federales
que mandan los que suscriben, la bandera de independencia del Estado
Andaluz”.
Declaración
que, a continuación, exponía sus porqués como herramienta de
transformación social: “Terminemos, pues, nuestra obra.
Completemos la regeneración social y política de esta tierra
clásica de la libertad y de la independencia”. Y cuyas
pretensiones y metas libertadoras, tanto políticas como sociales,
quedaron rubricadas con la exclamación con la que concluyen la
declaración: ¡Viva la Soberanía administrativa y económica del
Estado de Andalucía!
Se
levantan contra: “los apóstatas y traidores de todas las
situaciones y de todos los partidos”, “los merodeadores
políticos”, “los explotadores y verdugos del pueblo”, “la
reacción hipócrita y traidora, germen latente de nuestras
discordias, de nuestro empobrecimiento, de nuestro malestar”.
Contra el secuestro de su soberanía a los pueblos trabajadores
sometidos al Estado Español: “Si el pueblo soberano quiere ejercer
su Soberanía, ¿cómo, con qué derecho, esta Asamblea (Congreso) y
este gobierno (el estatal) se oponen a la inmediata constitución de
los Estados y a la consiguiente proclamación de su independencia
administrativa y económica?”.
Pero
sabemos que donde hay opresión, como es el caso del Pueblo Andaluz,
siempre habrá resistencia. Tras ser derrotados, diez años después
logran reunirse en Antequera y elaborar la Constitución Andaluza,
plasmando allí su ideario. Ya en su primer artículo afirma:
“Andalucía es soberana y autónoma; se organiza en una democracia
republicana representativa, y no recibe su poder de ninguna autoridad
exterior”. Una Andalucía soberana cuya finalidad es: “Procurar
el bienestar general (…) realizar el derecho humano, amparar los
derechos sociales, cumplir la justicia, acelerar el progreso y
desarrollo comunes”, así como “preparar el advenimiento de la
verdadera igualdad social, mediante la independencia económica del
pueblo”.
Aquellos
ideales fueron asumidos como propios por el andalucismo histórico,
transcribiendo en el Manifiesto de la Nacionalidad: “queremos hacer
efectiva la prescripción del artículo primero de la Constitución
Andaluza (…) que aspiró a constituir en Andalucía una democracia
soberana". Blas Infante los convirtió en su meta y la del
andalucismo: “Nosotros aspirábamos y aspiramos y seguiremos
aspirando a la elaboración de un Estado Libre en Andalucía”,
escribió.
Hoy,
142 años después, la situación por la que atraviesa Andalucía es
similar y equivalente, en algunos aspectos incluso aún peor, a
aquella otra que impulsó el levantamiento revolucionario. Aún
permanecen los “apóstatas y traidores de todas las situaciones y
de todos los partidos”, “los merodeadores políticos”, “los
explotadores y verdugos del pueblo” y la “reacción hipócrita y
traidora”. La misma explotación capitalista, carencia de libertad
colectiva y poder popular. Hoy el pueblo trabajador andaluz
permanece sin capacidad de oposición ni armas de respuesta a las
múltiples agresiones sociales, laborales, etc. que sufre a diario. Y
esa arma es la posesión íntegra del poder político y económico,
de nuestra soberanía, frente a una burguesía andaluza que prefiere
sostener a España como Estado opresor ante el pavor que le produce
la posibilidad de tener que enfrentarse por sí misma al Pueblo
Trabajador Andaluz organizado.
La
recuperación de nuestra soberanía no puede constituir la
consecuencia de otro proyecto ni el final de ninguna otra meta, sino
la herramienta previa a dotarnos para hacer factibles otros proyectos
y metas. Tan sólo un ingenuo esperaría que le diera la libertad
aquel que se beneficia de su esclavitud. Sin soberanía seguiremos
siendo pueblo trabajador dependiente, oprimido y explotado. Sin la
previa soberanía no hay cambio. Negarnos la soberanía, priorizar
otros objetivos, subordinarla a otros proyectos o condicionarla a su
elección, es impedir una democracia real, una autonomía auténtica
y una economía social. Sin poder popular andaluz que las instituya,
controle y dirija, nunca las habrá. Priorizar la soberanía es
priorizar lo social.
Por
todo ello, al igual que aquellos revolucionarios andaluces, los
militantes y simpatizantes de la izquierda independentista andaluza,
como continuadores del movimiento contemporáneo de liberación
global: individual, social, feminista, económica y nacional,
representado por la revolución cantonalista, el andalucismo
histórico y Blas Infante, hoy y aquí, declaramos que nosotros
tampoco cejaremos en el combate por una Andalucía soberana
constituida en democracia republicana. Por una República Andaluza de
Trabajadores/as. Por un pueblo trabajador andaluz dueño de ese
Estado Andaluz soberano administrativa y económicamente.
Desde
tan simbólico lugar como es Sierra Morena, frontera natural del país
andaluz, hacemos un llamamiento a la unidad de acción a l@s
andalucistas y revolucionari@s andaluces/zas coherentes y
consecuentes. A mantener juntos la brega por la liberación de
nuestra tierra y de nuestro pueblo hasta alcanzarla. A construir, a
tal fin, una unidad popular andaluza, y por tanto de ámbito de
elaboración e intervención andaluz. Una Unidad de hombres y mujeres
andaluzas, trabajador@s andaluces/zas, colectivos andaluces,
estrategias andaluzas y metas andaluzas. El proceso de liberación
social y nacional de Andalucía o es andaluz o no será.
Llamamos
a la unidad popular en torno a tres objetivos mínimos e
irrenunciables que hagan factible impulsar el proceso y el
establecimiento del Estado Andaluz: Ruptura democrática con el
régimen neofranquista y el desmantelamiento de todas sus
instituciones, el reconocimiento y la recuperación inmediata e
incondicional de la soberanía popular y nacional andaluzas, y el
inicio de un periodo constituyente propio, donde el pueblo
trabajador andaluz, en el ejercicio de su soberanía, pueda decidir
libremente su futuro. Lo que quieren ser y como quieren serlo.
Llamamos
a la unidad con las mismas palabras con la que lo hicieron aquellos
revolucionarios cantonalistas: “si todos tenemos el mismo
pensamiento, tengamos todos el mismo corazón”.
¡Viva
la Soberanía administrativa y económica del Estado de Andalucía!
¡Viva
la Republica Andaluza de Trabajadores y Trabajadoras!
¡Viva
Andalucía libre!
Andalucía,
a 18 de julio de 2015
Comisión
Permanente de Nación Andaluza
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